CUENTONARIO

Juan Carlos Chirinos

Sherezade, de Genzo para Mitos y Leyendas

/Antes, comenzaban con el famoso «había una vez», pero en estos tiempos globalizados un cuento comienza y, mientras el lector y el narrador no sepan de qué va, nunca se sabe si ha comenzado o no: caemos en el mundo del cuento sin aviso, como la casa de Arkansas de Dorothy en la ciudad de los Munchkins. Lo bueno de los cuentos de hoy en día es que pueden comenzar incluso antes de abrir el libro (o después de cerrarlos). Hay que acabar de escribir cuando ya no podamos más; es durante la corrección, siempre más importante, cuando se conoce la forma y extensión del texto que acabamos de escribir.

/El del cuento es el único género que es liviano y profundo al mismo tiempo. El único donde se puede crear un universo portátil.

/Un cuento no soporta la pedantería, la supuesta ambigüedad. No hay nada que dañe más un cuento que la complicación: la frase más difícil es la más sencilla: sujeto, verbo y predicado. El peso profundo de las palabras no recae en su forma barroca, sino en «la llamada de lo escueto».

/Siempre hay que recomendar los cuentos a pares: Las dos Chelitas, de Julio Garmendia y El inmortal, de Jorge Luis Borges; La siesta del martes, de Gabriel García Márquez y La mujer de espaldas, de José Balza; El catire, de Rufino Blanco Fombona y Viaje a la semilla, de Alejo Carpentier. Y siempre hay que recomendar Las mil y una noches; nunca se sabe cuándo Sherezade va a regresar.