LA FICCIÓN ENGULLE GOZOSA TODO LO QUE TOCA

De cabo roto
Eduardo Halfon
Littera, 2003
|128 p.|11 euros|ISBN: 9788495845139|

Estoy a punto de contar de qué va esta breve novela, pero me parece que pueden haber algunos lectores que no me lo agradezcan. Pues resulta que (pausa del que está ansioso por convertirse en un spoiler, nuestro aguafiestas de toda la vida); resulta que no puedo contar de qué va la novela, está bien, porque también este pequeño cofre contiene un thriller tan de moda por estos días. Afortunadamente, no se queda el asunto allí: cuando Cervantes está de por medio, como cuando Shakespeare echa una mano, los libros dan mucho más y mucho mejor.

Es una suerte enorme, en estos tiempos en que bullen las novelas y cualquiera se cree en condiciones para escribir una, encontrarse con un escritor de la estirpe de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971). Lo descubrí hace poco, merodeando por La Casa del Libro, hambriento de buenas lecturas, anhelante de repetir lo sublime que antes ya he hallado en Firmin, en El nombre de la rosa, en Doña Bárbara, en Percusión, en El umbral de la noche, en Las abuelas; lo encontré mal puesto en la mesa de autores en lengua extranjera (quizá el apellido, Halfon, despistó al librero, y lo polaco de título), lejos de sus vecinos españoles e hispanoamericanos. Entonces di con El boxeador polaco, un libro de relatos luminoso, del que hablaré en su momento. Porque semanas después me salió al paso esta breve novela, y confirmé lo que ya supe con sus cuentos.

De cabo roto (pero el título no me gusta) sumerge al lector, con prosa delicadamente firme, en el mundo de un funcionario del Archivo Nacional de Guatemala, que encuentra una noticia que podría cambiar la historia de la literatura (en realidad es una estudiante, la necesaria ayudante plena de hormonas, quien hace el descubrimiento), pero por una de esas torpes casualidades que suelen darse en países donde las cosas no están del todo organizadas, la historia toma un camino alterno: se invierte el tópico de los papeles encontrados que tanto beneficio le produjo a Cervantes, y aquí se convierte en la fugaz alegría del que lleva una vida anodina. Andrés Trapiello hace una contundente aparición como personaje, como vaso comunicante entre el protagonista y el mundo hipánico que pretende conmocionar; pero también es la estrategia del autor para fusionar la realidad con la ficción usando el pegamento infalible del realismo. No lo logra: la ficción engulle gozosa todo lo que toca, eso lo sabemos, pero sí convierte su novela en un artefacto real para entender los entresijos por donde lo imaginario se cuela en nuestras vidas, todo el tiempo. Hay una agradable sensación de que estamos leyendo hechos reales, no una novela (¿y no puedo pensar que es una costumbre muy literaria hacer «comentarios reales» para inventarse media vida?). La escritura de Halfon nos conduce con amabilidad y discreción por todas sus páginas, como pocas veces ocurre en estos últimos tiempos, cuando los escritores insisten en querer ser más importantes que sus libros, cuando claman porque nos interesen más sus intrascendentes vidas que las de sus personajes. Tal vez, justamente, porque muchos de ellos son incapaces de imaginar universos más atractivos que su ego.

Me apena que, en la avalancha alocada y farsante que es el mundo editorial español, este libro haya tardado tanto en aparecer en mi horizonte lector; me apena que no sea un bestseller, que se lo merece sobradamente; me apena haber terminado de leerlo. Sin duda, se trata de un autor cuya obra va en ascenso y, si sigue por ese camino, no me extrañará cuando nos entregue lo que podría ser uno de los grandes relatos de estos años que comienzan. Esta sabrosísima novela es un indicio nítido y fiable. Compruébenlo, si la encuentran. jcch