SOY HOMBRE DE UNA SOLA MUJER Y ESA MUJER NO LA TENGO

Nicolás Melini


Él es
un
viejo cono-
ci-
d
o

un poco
mayor que yo,
unos

treinta-
i-
cinco,

pero ahora
está loco y

me ve
en una terraza
y se acerca
y me

pregunta que si

puede sen-
tarse.

Al principio está bien,

pero en-
seguida

cae
en un pozo
de

melancolía

y terror
y

no

le salen las palabras.

Soy
hombre

de
una sola

mujer y
esa
mujer
no la tengo,

dice

desde allá
a-
dentro,

se repliega en la silla
y deja de mirar a ninguna parte,
pendiente de

todo

aquello
que está sucediendo
en su
in-
te-
rior.

Tu no
me comprendes

cuando
y-
o

te

digo esto, ¿verdad?

Yo lo miro tran-
quilo,

observo

que
trata de contener
sus senti-

mientos, y
luego
le
digo que

sí,

que
claro que
lo comprendo;

la man-
dí-
bula
se
le desen-
caja
y
no
me mira.

¿Tú te estás
tomando la medicación, B.?

Sí, dice
él;

un


tajante,
convencido, pero

lo que me sienta mal

no,

lo que me sienta mal no me lo tomo,
pro-
tes-
ta.

Yo lo miro
sin demostrar la menor emoción…

Tienes que tomarte
la medicación, B.

¡Lo que me envenena no!,

¡de eso nada!, di-
ce

él,

¿¡me dan algo que me sienta mal
y yo me lo tomo!?,

niega;

ahora
se
le
de-
senca-
ja

la
mandíbula
de

nuevo,

los dientes de arriba
no le coinciden con los de abajo
y hace un gran esfuerzo
para contener
sus

temblores.

Tío,
tienes
que hacer
caso y tomarte
la medicación…,

pero

él
sigue negando.

También
di-
ce
que
se va a marchar para casa,
aunque
con anterio-
ridad
ha
comen-
tado
que piensa ir a la procesión.

Le pregunto
si
es creyente
y él dice que no, pero
que así se entre-
tiene.

Me
voy
para ca-
sa,

vuelve a decir.

Me voy para casa como
si tuviese
que

huir de algo,

de este instante tal vez o
lo que pudiera estar pasándole

por dentro,

pero se queda ahí sentado
hasta que le recuerdo
que me tengo
que ir,

que he quedado; lo cual
es cierto,

aunque temo que pueda
pensar que huyo
de él
y
sus
temblores

(temo que pueda ofenderse o
creer que le doy la espalda y
se ofusque y ponga violento)

sin embargo reacciona y
se pone en pie
y de pronto
es como
si se

hubiese
liberado

de su angustia y

me despide
tan nor-

mal.